Critica: Battle Ángel: La última guerrera

Con efectos visuales pocas veces vistos sobre una persona real, la película de Robert Rodriguez entrega secuencias emocionantes pero se pierde entre las dos historias que ocupan su trama.

Título original: Alita: Battle Angel Año:2019 Director: Robert Rodriguez (Sin City) Actores: Rosa Salazar, Christoph Waltz, Mahershala Ali, Jennifer Connelly, Eiza González  Fecha de estreno:14 de February de 2019

Robert Rodriguez siempre se ha caracterizado por ser, ante todo, un narrador de historias. Desde El Mariachi –donde batalló con un presupuesto casi inexistente–, a Sin City –la cual realizó casi enteramente sobre pantalla verde aun cuando no tenía mucha experiencia con este formato–, o Machete –para la cual usó a un protagonista de edad avanzada, chicano y muy poco conocido–, su cine siempre ha sido de relatos visuales que llegan al público sin importar las limitaciones técnicas que existan.

El reto que él mismo se puso para Battle Angel: La última guerrera (Alita: Battle Angel) fue tomar uno de los más preciados tesoros de James Cameron y realizar su propia versión: siempre con el apoyo y producción del director de Avatar y Titanic.

La historia nos sitúa en el año 2563 y con el doctor especializado en partes robóticas, Dyson Ido (Christoph Waltz), un habitante de Iron City que encuentra en el basurero los restos de Alita, a quien reconstruye y vuelve a la vida. Ella –en una suerte de Pinocho que va descubriendo el mundo–, pronto se dará cuenta de que su pasado está ligado a una guerra que ocurrió en la Tierra muchos años atrás.

Lo primero que resalta en la película son los enormes y expresivos ojos que el equipo de efectos visuales le colocó al rostro de Rosa Salazar, pero lo cierto es que su actuación natural e inocente hace que nos encariñemos con el personaje desde los primeros minutos. Alita está conociendo el mundo con cada persona que se le presenta, con cada alimento que prueba y con los sentimientos que va redescubriendo.

Iron City es el lugar donde habitan los marginados (humanos y cyborgs por igual), pero existe otra ciudad arriba de ellos conocida como Zalem, en donde viven sólo los más privilegiados. Es entonces que los bandos dentro de la película se van formando. Por un lado tenemos a Alita, un ser inocente que va descubriendo interesantes aspectos sobre su pasado, y que tiene de aliados al Dr. Ido, la enfermera Gerhad y a Hugo (interpretado por Keean Johnson, quien viste una copia del outfit de Robert Rodriguez con todo y paliacate).

Por el otro lado, los villanos funcionan gracias a las interpretaciones de actores de la talla de Mahershala Ali como Vector y Jennifer Connelly como Chiren. Sin embargo, de no ser por sus actuaciones, los personajes habrían caído en el cliché genérico del villano futurista amenzador.

Alita: Battle Angel entra al terreno cyberpunk que hemos visto antes y nos hace las mismas preguntas: ¿qué nos hace humanos? Pero la diferencia entre ésta y la última vez que Hollywood intentó entrar en estos ámbitos, con Ghost in the Shell, es que aquella protagonizada por Scarlett Johansson buscó emular a detalle la profundidad del anime de Mamoru Oshii, mientras que la película de Robert Rodriguez se acerca a la filosofía de una forma mucho más ligera y accesible sin tomarse demasiado en serio.

A partir de su segundo acto, Battle Angel: La última guerrera parece estar contando dos volúmenes diferentes del manga. Por un lado, la cinta nos relata la búsqueda de Alita por su pasado y exploramos las razones que llevaron a Iron City a convertirse en la ciudad donde ella habita. Por otro, lo que vemos es la historia de una joven que descubre el adrenalínico mundo de las carreras de Motorball (muy al estilo de Tron El legado o Star Wars Episodio 1 La amenaza fantasma), en donde cualquiera puede morir por el placer de sus espectadores. Esta división de tramas que poco tienen en común, hacen que el espectador pierda conexión con la película como un todo.

Hace aproximadamente un año, Steven Spielberg nos presentaba el mundo de OASIS en Ready Player One, entregándonos una secuencia de The Shining como algo que jamás habíamos visto en el cine. En este caso Rodriguez y su director de fotografía, Bill Pope, presentan un escenario fotorealista llamativo, lleno de vida, que no apela a esta oscuridad que muchos estudios buscan emular en sus blockbusters. En su lugar que, el personaje de Alita está lleno de luz, secuencias brillantes y mucha esperanza en un personaje femenino fuerte. Su fortaleza, sin embargo, no es impenetrable, sino que (como los personajes delineados por James Cameron), goza de debilidades y dudas, pero siempre está dispuesta a sacar lo mejor de sí misma.

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Desarrollador gráfico y web, con ganas de trabajar y aprender todo lo posible de este campo tan variado. Trato de ser creativo en la vida laboral como personal. Amante de la buena lectura, el cine con sentido e inteligente.

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